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Los pasos marcan el camino

Artículo publicado originalmente en la Red de Exertos de Planeta Futuro (El Pais). Por Andrés Rodríguez Amayuelas.

Un largo viaje comienza con un paso. La dirección, el peso, la fuerza, la intención que tenga ese primer paso condicionarán, inevitablemente, su destino final. Las rutas políticas no son diferentes: sus etapas iniciales marcan tanto el camino como la llegada. Así ocurre con la llamada Agenda Mundial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); una hoja de ruta que, hasta 2030, deberá avanzar en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y a favor de la protección del planeta. Su recorrido hasta entonces depende directamente de sus primeras etapas.

El pistoletazo de salida de la Agenda 2030 se dio hace dos años cuando 193 países se comprometieron a cumplirla. Desde entonces, el Gobierno español ha pasado dos años en blanco; solo muy recientemente ha dado tres pasos. El 27 de octubre se publicaba en el BOE el acuerdo de creación del Grupo de Alto Nivel para la Agenda 2030 cuya función principal será coordinar las actuaciones de España para el cumplimiento de la Agenda. Los otros dos pasos previos fueron anunciar que se presentará ante el Foro Político de Alto Nivel, un encuentro que se celebrará en julio de 2018 y el que deberá rendir cuentas sobre sus compromisos; y el otro, el nombramiento de Francisco Montalbán como Embajador en Misión Especial para la Agenda 2030.

De momento, estos son los únicos indicios que tenemos para interpretar las intenciones del Gobierno en este despliegue. Si bien es cierto que recibimos de buen grado el nombramiento del embajador, no es menos cierto que la fecha en la que prevé acudir a la ONU para explicar los avances nos parece precipitada. Sobre todo después de la inacción previa: si apenas se ha avanzado en el camino, ¿qué resultados van a presentarse?, ¿se forzarán los tiempos para presentar algún resultado? Este riesgo es real y puede poner en peligro la elaboración de una estrategia de desarrollo sostenible que cuente con la adecuada participación de la sociedad civil. Dar pasos en falso puede ser muy arriesgado.

Palanca de cambio para el camino
La sociedad civil avanza en el camino consciente de que los inicios son determinantes. La Coordinadora de ONGD presentó en el Congreso y en el Senado las reflexiones de Futuro en Común, una plataforma que integramos 40 organizaciones sociales de diferentes sectores que apostamos por un enfoque holístico con el que encarar los retos de la Agenda. Y adoptamos este enfoque por una razón principal: consideramos que la Agenda puede ser la palanca de cambio en nuestro país y en el mundo. Puede y debe provocar un giro de timón que garantice los derechos humanos y la protección del planeta.

En la comparecencia pedimos al Ejecutivo liderazgo y coordinación al más alto nivel, de manera que los timoneles de esta travesía se situaran en la presidencia o en la vicepresidencia del Gobierno. Sugerimos que la coordinación no recayera en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (MAEC) porque quedaría, de este modo, limitado a un enfoque exterior y dejaría a un lado la parte interna que nos corresponde.

La realidad, sin embargo, se ha tejido con otros hilos. La presidencia del Grupo de Alto Nivel recaerá finalmente en el MAEC, que contará con el apoyo del ministro de Fomento y la ministra de Medio Ambiente. Es cierto que el MAEC podría contribuir al cumplimiento de los ODS en otros países, siempre y cuando recuperara la maltrecha política de cooperación y sus exiguos presupuestos. Pero ¿qué pasa con las políticas domésticas en las que el Gobierno también se la juega? Llama la atención la escasa relevancia que en ese Grupo de Alto Nivel tendrán los ministerios de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad o el de Empleo y Seguridad Social. ¿Cómo es posible que sea así cuando los cinco primeros objetivos se agrupan en el que se conoce como “eje de personas”; una línea de trabajo directamente relacionada con la pobreza, el hambre, la salud, la educación y la igualdad de género?

Un menú a la carta
Y así, las políticas sociales quedan relegadas a un papel de actores secundarios en un camino crucial para nuestro futuro. Este papel accesorio refuerza las sospechas de un despliegue más orientado a las oportunidades de negocio de las empresas españolas que al empeño de “no dejar a nadie atrás” y proteger nuestro planeta. Si bien es cierto que los ODS abarcan las tres dimensiones del desarrollo —económica, social y medioambiental—, no es menos cierto que hasta ahora el crecimiento económico en nuestro país y en el mundo no ha venido acompañado de reducción de la pobreza sino de aumento de la desigualdad y el daño medioambiental. El puzzle que se está conformando refleja, de este modo, una interpretación de la Agenda como un menú a la carta en lugar de reforzar el carácter integral e indivisible de sus 17 objetivos.

La voluntad política se demuestra en presupuestos que permitan poner en marcha las políticas. Así lo manifestamos en nuestras comparecencias. Sin embargo, en el acuerdo de creación del Grupo de Alto Nivel, se afirma que su puesta en marcha no supondrá un aumento del gasto público. ¿Cómo hacer frente, entonces, a las funciones que se le atribuyen sin dotación presupuestaria? Sin fondos, no puede andarse el camino. Las palabras bien intencionadas sin recursos que las garanticen suenan más a brindis al sol que a compromiso real. De igual manera que sin recuperación de la Ayuda Oficial al Desarrollo, la contribución internacional de España a los ODS se queda en papel mojado.

Si se pierde de vista el horizonte al que hay que llegar, caminaremos desnortados. Ese horizonte viene claramente marcado por la erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades y la protección del planeta que habitamos. Nuestra lucha, como sociedad civil, es recordar permanentemente ese horizonte, y hacerlo de la manera más justa, transformadora e inclusiva. Los primeros pasos del camino nos dejan un sabor amargo de insatisfacción. Las cosas pueden y deben hacerse mejor. No demos pasos en falso.